sábado, 11 de noviembre de 2017

San Mateo y el ángel

Al fondo la oscuridad. No hay pistas sobre dónde se desarrolla la escena. El único mobiliario que vemos está constituido por un banco y una mesa. Todos estos muebles están hechos de madera trabajada toscamente: no hay ningún adorno , ninguna pintura en ellos. Su única función es ser útiles.
La mesa sirve para escribir: hay un libro sobre ella y alguien está escribiendo sobre él, omejor dicho, ha dejado de escribir en ese momento y espera, espera a que otra persona le diga lo que tiene que poner o busca las palabras dentro de sí mismo.
El hombre es viejo, delgado: a través de la abertura de la túnica se pueden apreciar las costillas pegadas a una piel que aparece llena de  arrugas. Las manos son grandes y expresivas y en una de ellas sostiene la pluma que ha quedado en suspenso mientras piensa o escucha. Lleva una túnica de color anaranjado y un manto alrededor de un tono más rojizo, aunque es difícil decirlo cuando lo que observas es una reproducción del cuadro. Está descalzo y su postura es sorprendente: tiene una rodilla apoyada en el banco y el cuerpo girado al lado contrario de la mesa. Parece que algo lo ha sorprendido o sería más exacto decir que algo le sobrecoge hasta tal punto que el banco en el que se apoya no se asienta firmemente en el suelo, sino que tiene una parte en el aire, sobresaliendo del marco de la escena, formando un escorzo que ayuda a dar profundidad al cuadro y a la vez nos habla del virtuosismo del pintor.
Suspendida sobre la oscuridad está la figura del ángel, un muchacho joven con el torso desnudo, envuelto en pliegues de tela blanca que forman un arabesco en la parte superior de la escena. La piel del ángel es blanca, suave, de una carnalidad que parece contradecir su naturaleza espiritual. Las alas son oscuras y casi se confunden con el fondo del cuadro. Mira a la figura del viejo y toca el índice de una de sus manos con dos dedos de la contraria, casi como si estuviera haciendo una enumeración. No es un niño hermoso, no podríamos nunca llamarlo angelote, es un joven que está en la frontera entre la niñez y la adolescencia, un ángel extraño para una pintura religiosa.
¿Qué representa este cuadro?¿Un evangelista que escribe lo que le dicta un ángel? A mí me gusta pensar que Caravaggio representa aquí el acto de la creación artística, al escritor que se sobrecoge porque encuentra dentro de sí mismo la semilla que le permite transmitir su "evangelio", aunque tuvo que recurrir a un ángel y a un viejo recaudador de impuestos para contárnoslo.

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