domingo, 26 de noviembre de 2017

Elogio de la tortilla

En la vida  no tenemos muchas certezas. Una de ellas es que no hay una única tortilla, sino que hay muchas y para cada uno de nosotros existe una tortilla excepcional: la pequeñita que la abuela prepara para cada uno de sus nietos, la cuajadita que la madre hace para los tiquismiquis a los que no les gusta ver el huevo manando entre las patatas cuando le hincan el tenedor, la que hace el abuelo una de las escasas veces en que la abuela le deja cocinar (normalmente cuando ella no está), la jugosa, con cebolla y el huevo en su punto justo que la tía prepara con todo su amor para la sobrina que ha estado enferma y ha soñado con ese manjar en el año y medio que no ha podido tomar alimentos sólidos...
Nunca pensé que escribiría sobre la tortilla de patatas pero este fin de semana me he dado cuenta de que es absolutamente necesario hacerle un homenaje. Los que me conocéis bien habréis adivinado que cuando he hablado de la tortilla que la tía hace a la sobrina que ha estado enferma, me estaba refiriendo a mi madre y a Elvira, hija de mi prima Paloma y mi tercera sobrina. Elvira lleva desde finales de abril de 2016 luchando contra la leucemia y contra las consecuencias de la quimioterapia. Hace casi un año consiguió vencer a la primera pero su esófago había sufrido tanto con el agresivo tratamiento contra el cáncer que le era imposible ingerir alimentos sólidos. Elvira soñaba con poder comer carne asada, canelones, merluza en salsa verde, la pizza de su tío Jaime, pero solo comía purés y batidos. Después de varios intentos, al fin una complicada intervención quirúrgica la ha desembarazado de sondas y otros dispositivos de alimentación. Lo normal habría sido empezar a tomar caldos y dieta blanda pero Elvira empezó con pan, queso y Conguitos. Cuando vio que masticar y tragar ya no le planteaba problemas le pidió a mi madre que le llevara un tortilla de patatas al hospital. Así que hoy mi madre, mi prima y yo hemos admirado a Elvira mientras se comía su primera tortilla en tanto tiempo, como si fuéramos los Reyes magos adorando al Niño. Nunca una tortilla me había producido tanta emoción.
Esta emoción me ha conectado con otra experimentada este mismo fin de semana, en un delicioso viaje a Mérida. Fui a la inauguración de una exposición con unas amigas y en la comida posterior, la artista y un amigo suyo arquitecto nos contaron su proyecto para un espacio de Villanueva de la Serena: una plaza dedicada a la tortilla de patatas, que según las fuentes documentales tuvo su origen en este lugar. No será un homenaje literal y se  basará en la idea de la diversidad de tamaños y formas y a la vez en la capacidad de unirnos y en su poder de evocación.
Después de ver a Elvira comer ese trozo de tortilla, un proyecto como ese no solo no me parece descabellado sino que creo que es necesario y quizá un día lo visitemos con ella para celebrar que por fin hemos salido de la pesadilla.

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