lunes, 25 de agosto de 2014

Mi querido y exótico tío


Así encabezaba los escasos correos que intercambiaba con mi tío, Antonio Ramos Vivancos, que nos ha dejado hace poco. Escasos porque nunca he tenido demasiada afición por la correspondencia y también porque a él le costaba relacionarse con el ordenador. Pero pese a esa escasez y a la distancia que nos separaba, posiblemente fuera la persona a la que más afín me sentía de todas las que he conocido. Estuvo presente en mi "infancia tropical" y en todos mis recuerdos felices de esa época, pero no fue hasta que me hice adulta cuando pasó a ser un referente para mí. Resulta curioso, pues si sumamos el tiempo que compartimos desde mi vuelta a España, seguramente la cifra no alcance mucho más de tres o cuatro meses. Sin embargo, cada vez que nos reencontrábamos era como si hubiéramos dejado de conversar el día anterior.

A él le debemos haber conocido Brasil, pues mi padre le siguió hasta ese país buscando el sueño de una vida mejor. Mi tío se había marchado muy joven según me confesó, porque España le parecía un sitio muy triste. Aquí primero se llamó Gorki y después de la guerra tuvieron que cambiarle el nombre por el de Antonio. También tuvo que esperar varios años para poder convivir con su padre, que estuvo en la cárcel por "rojo". Pero a pesar de ese comienzo tan duro, era una de las personas que más disfrutaba de la vida, de todas las cosas bellas que veía, del arte, de la comida (siempre le llamaba en Nochevieja para decirle nuestro menú), del vino, de los viajes, de una buena conversación (recuerdo una sobremesa que terminó a las 8 de la tarde, pues no nos dimos cuenta de la hora hasta que anocheció), de los libros. Siempre que hablábamos comentábamos nuestras lecturas y ambos nos recomendábamos autores y  títulos.

Uno de los mejores recuerdos fue nuestro viaje a San Sebastián y sobre todo nuestra visita al Chillida Leku. Me encantó oírle hablar de la escultura (él mismo era un gran escultor) y la pasión con la que hablaba de los materiales, casi como si fueran seres vivos, de la resitencia de la materia a adquirir la forma que el artista quiere darle. A la vuelta de ese viaje también visitamos Covarrubias, un pueblo encantador de la provincia de Burgos que le gustó especialmente y que soñábamos con volver a visitar juntos. Ya no será posible, pero afortunadamente tengo todos estos recuerdos para acompañarme en su ausencia. Me despido como lo hacía también en mis correos:

Besos, jamón y gardenias.

2 comentarios:

  1. Mari mi papá siempre se referia a tí como una casi hija.. y se que te queria muchíssimo. Essos momentos poeticos fueram sin duda la essencia de su vida.
    Nos quedamos con los recuerdos tiernos! Muchíssimas gracias por hacerme sentir todavia más orgullosa de mi papá! Besos

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    1. Me siento muy orgullosa de ser casi la quinta hija. Un beso muy grande y todo mi cariño.

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